top of page

LA CATEDRAL METROPOLITANA: arquitectura como instrumento de aculturación

"El Zócalo de la Ciudad de México: Testigo silente de la historia y el esplendor colonial, donde la fe y el poder se entrelazan bajo la mirada imponente de la Catedral Metropolitana."

Uno de los casos más emblemáticos donde la lógica de la aculturación se materializa con fuerza es la Catedral Metropolitana de la Ciudad de México. Construida deliberadamente sobre los restos del Templo Mayor —el corazón espiritual y simbólico de la civilización mexica—, la catedral no es solo una obra religiosa, sino una estrategia de dominación cultural. Su ubicación y sus materiales revelan el intento de borrar el pasado indígena para imponer una nueva cosmovisión cristiana y europea.

Un eje central de este proceso fue la evangelización. La construcción de templos católicos sobre antiguos centros ceremoniales respondía al objetivo de imponer la fe cristiana y desplazar las creencias originarias. Como explica Sergio Salinas Reyes, muchas de las primeras construcciones religiosas fueron "edificios dentro de edificios", utilizando incluso los mismos materiales que las plataformas prehispánicas (México, p. 18). La Catedral, en este sentido, refleja una superposición física y simbólica de culturas, donde el dios cristiano se alza sobre los dioses indígenas. Este tipo de arquitectura expresa una aculturación que no fue voluntaria ni equitativa, sino un mecanismo de imposición ideológica y reorganización del espacio urbano.

El edificio fue proyectado siguiendo modelos europeos como las catedrales de Segovia y Salamanca, están conectadas por una relación de influencia cultural y religiosa, donde el modelo arquitectónico y simbólico español fue exportado, adaptado y reinterpretado en el contexto americano como parte del proyecto colonial lo cual responde a los cánones del poder imperial español que buscaban imponer su cultura, religión y orden urbano en los territorios colonizados.

En este sentido, la relación entre la Catedral de Segovia y la de la Ciudad de México puede entenderse como parte de un proceso de influencia cultural y religiosa, donde el modelo arquitectónico y simbólico europeo fue exportado al continente americano, y allí adaptado y reinterpretado en un nuevo contexto. Así, la Catedral Metropolitana no solo reproduce formas europeas, sino que también se convierte en un instrumento del proyecto colonial, integrando elementos locales y funcionando como símbolo de dominación y evangelización.

Ambas catedrales representan la centralidad del cristianismo católico: en Segovia como parte de la consolidación de la monarquía católica española, y en Ciudad de México como instrumento de evangelización y dominación colonial sobre los pueblos originarios. Su construcción, iniciada en 1573 y finalizada en 1813, involucró a generaciones de arquitectos, artistas y artesanos, muchos de ellos indígenas, lo que generó una obra donde, a pesar del estilo europeo predominante, persisten rastros de técnicas locales y detalles que permiten leer pequeñas formas de resistencia cultural.

La aculturación también se manifestó en la reutilización de piedras del Templo Mayor y en la adaptación de espacios sagrados a nuevas funciones cristianas. De este modo, lo indígena no fue completamente destruido, sino resignificado bajo la lógica colonial.

El proceso de aculturación impulsado por el poder colonial no se limitó al edificio central de la Catedral Metropolitana, sino que se extendió también a los espacios que la rodean y estructuran. El atrio, por ejemplo, ocupó un rol fundamental en las primeras etapas de la evangelización. Ubicado entre el templo y el espacio público, funcionaba como lugar de congregación para los indígenas, quienes asistían a las ceremonias desde el exterior mientras el sacerdote oficiaba la misa desde el atrio o el umbral del templo.

​Como se mencionó anteriormente, la fachada de la Catedral Metropolitana responde en gran medida a los cánones arquitectónicos que predominaban en Europa durante los siglos XVII y XVIII. Su composición simétrica, el uso de órdenes clásicos, la monumentalidad y el remate escultórico reflejan modelos importados directamente desde el contexto hispánico, sin relación formal con la tradición constructiva mesoamericana. Esta decisión no es neutra: proyectar una fachada europea en el corazón de un antiguo territorio indígena fue una forma de imponer visualmente el nuevo orden cultural, político y religioso.

La Plaza Mayor, concebida según modelos urbanos europeos, reemplazó las antiguas áreas ceremoniales indígenas y pasó a concentrar las funciones religiosas, políticas, comerciales y administrativas del poder virreinal. Su organización y escala respondían a la lógica de la centralización y el control, al tiempo que permitían reunir grandes cantidades de población para presenciar actos públicos ligados a la fe cristiana. De este modo, lo que antes era espacio sagrado mesoamericano fue resignificado como escenario del orden colonial.

En el interior de la Catedral, los claustros y dependencias auxiliares también participaron del proceso de aculturación. Proyectados según cánones europeos, fueron construidos en gran parte por mano de obra indígena y en algunos sectores se conservan relieves o elementos decorativos que reflejan motivos vinculados a la naturaleza o a figuras humanas estilizadas, posiblemente incorporados por los propios artesanos. Estas huellas, aunque aisladas y subordinadas al programa oficial, permiten identificar tensiones dentro del proceso de imposición cultural.

 

Así, tanto el atrio como la Plaza Mayor, su fachada y los claustros reflejan una arquitectura pensada para reorganizar el espacio, los usos y los sentidos de lo sagrado bajo el dominio cristiano. Estos espacios no fueron neutrales: formaron parte activa del dispositivo evangelizador que buscaba transformar las prácticas indígenas mediante nuevas formas físicas, visuales y funcionales, en una lógica de aculturación promovida por la corona española y la Iglesia.

La Catedral Metropolitana, en su conjunto, permite comprender cómo la arquitectura fue utilizada como herramienta para materializar este proceso. A través de su análisis, puede observarse la transformación forzada del territorio, el objetivo evangelizador como motor del proyecto, y las marcas persistentes de una memoria indígena que, pese a haber sido desplazada, logró dejar huella en los márgenes del edificio colonial.

Catedral de Segovia
Catedral Metropolitana de México
Imagen de WhatsApp 2025-07-11 a las 19.0
bottom of page